Con este artículo, la psicóloga, docente y consultora sociosanitaria Elena Bayo inicia su colaboración con Sí, Salud Sí. Desde su experiencia acompañando procesos emocionales y familiares, nos invita a reflexionar sobre una realidad cada vez más presente: la soledad no deseada en la vejez y su impacto en la salud mental.
Desafíos actuales de la soledad en la vejez
El envejecimiento de la población en España está dando lugar a una nueva realidad social y sanitaria centrada en el bienestar mental y emocional de las personas mayores. Más allá de los retos biomédicos y asistenciales, la salud mental y la soledad no deseada se perfilan como los grandes desafíos del siglo XXI para la vejez, con cifras que superan el 50% de prevalencia de trastornos mentales entre las personas mayores de 85 años (El País, 2025; Kinubrand, 2025). En este contexto, el sufrimiento emocional, el riesgo de exclusión y el debate sobre la dignidad y la prevención de la soledad requieren respuestas prácticas y una mirada profesional comprometida.
Impacto de la soledad en la salud mental
En la actualidad, uno de cada cinco españoles es mayor de 65 años y la esperanza de vida se sitúa entre las más altas del mundo (El País, 2025). Sin embargo, según los últimos estudios del Sistema Nacional de Salud, el 34% de la población española convive con algún trastorno mental y la prevalencia supera el 50% en el grupo de mayores de 85 años, siendo la demencia y la depresión los trastornos más frecuentes, según los artículos antes reseñados. Además, el 41% de la población recurre a psicofármacos como tratamiento, cifra que refleja un enfoque biomédico predominante y señala, al mismo tiempo, la falta de recursos y apoyos psicoemocionales.
La soledad no deseada agrava este escenario: el 20% de las personas mayores de 75 años en España se siente sola, porcentaje especialmente alto entre las mujeres, en contextos urbanos y en quienes han sufrido pérdidas recientes de vínculos significativos (Infobae, 2025). El aislamiento emocional se convierte así en un acelerador del deterioro cognitivo, la aparición de síntomas depresivos, la ansiedad y el aumento del riesgo suicida (Infocop, 2025).
Factores de riesgo y vulnerabilidad
Factores como la pérdida de seres queridos, la presencia de enfermedades crónicas, la falta de recursos económicos, la desconexión digital y la disminución del entorno social son los principales detonantes del malestar mental de las personas mayores (Otium Optimum, 2025). El duelo prolongado, las dificultades de movilidad o el ingreso en residencias pueden acentuar el sentimiento de inutilidad y la falta de sentido vital.
La evidencia psicológica actual confirma que la soledad no es un estado deseado para la mayoría de las personas mayores, sino resultado de pequeñas pérdidas encadenadas: muerte de la pareja, amigos, jubilación, migración de hijos o simple pérdida de interés social en los mayores (El País, 2025; Otium Optimum, 2025).

Políticas y recursos actuales
Frente a este desafío, los últimos años han visto nacer políticas y planes estratégicos regionales para la promoción del envejecimiento activo y la prevención de la soledad. A destacar la Estrategia para la promoción de una vida activa y atención a la soledad en personas mayores 2025-2030 aprobada en comunidades como Andalucía, que propone la detección precoz, el desarrollo de recursos de apoyo y el fomento de contextos comunitarios, con líneas específicas para formar a profesionales en atención emocional (La Administración al Día, 2025).
En paralelo, el Plan de Acción de Salud Mental 2025-2027 del Ministerio de Sanidad, con presupuesto propio, busca reforzar la atención psicológica desde el modelo comunitario y multidisciplinar. Este plan subraya la importancia de integrar la salud mental en la atención primaria, reducir la medicalización y dotar de apoyo a los servicios sociales y de voluntariado (Consaludmental, 2025).
Además, se han multiplicado las campañas de sensibilización en torno al Día Internacional de las Personas Mayores y la lucha contra la soledad no deseada, fomentando la participación de entidades locales, ONG y plataformas digitales para la creación de redes de apoyo (SoledadES, 2025).
Apoyo y atención en la práctica
En la práctica, los recursos disponibles abarcan desde la atención psicológica básica en el sistema público de salud, pasando por el voluntariado y acompañamiento presencial y digital (Cruz Roja, Fundación ONCE), hasta talleres de envejecimiento activo municipales y programas de formación en inteligencia emocional promovidos por el IMSERSO . Sin embargo, persiste una clara falta de psicólogos y de personal socioemocional en la red pública, lo que limita la accesibilidad y continuidad de la atención (Infocop, 2025).
Testimonios recogidos en consultas muestran el peso del estigma y la dificultad para pedir ayuda: “Después de la jubilación, sentí que sobraba… Por suerte, gracias al grupo del centro de mayores y a un taller de escritura, empecé a sentirme de nuevo útil”, relata Julia, 78 años, en el marco de una intervención grupal. Por otro lado, Carmen, cuidadora, expresa: “No hay apenas apoyo psicológico gratuito. Cuando mamá empezó a perder autonomía, el miedo y la tristeza nos desbordaron”.
Propuestas de mejora y retos pendientes
Los retos para 2025 no son menores. Urge reforzar la atención psicológica en atención primaria y residencias, formar a profesionales en competencias empáticas y dotar de recursos a las familias cuidadoras. El desarrollo de comunidades colaborativas, la participación activa de las personas mayores en la toma de decisiones y la digitalización accesible deben ser ejes básicos de innovación social.
De cara al futuro inmediato, es fundamental:
- Mejorar la coordinación entre servicios sanitarios, sociales y comunitarios.
- Reducir el estigma asociado a los trastornos mentales y la soledad en la vejez.
- Desarrollar indicadores y evaluaciones continuas de los programas, con participación real de las personas mayores.
- Fomentar proyectos intergeneracionales y redes de vecinos para detectar situaciones de aislamiento en etapas tempranas.
Conclusión y mirada profesional
La salud mental y la soledad en la vejez constituyen el indicador más sensible de la calidad de vida en una sociedad que envejece. Las respuestas avanzan, pero aún deben consolidarse y evaluarse desde intervenciones integrales, profesionales y empáticas. Como psicóloga, insisto en la urgencia de abandonar el enfoque exclusivamente sanitario y avanzar hacia una atención integral donde el bienestar mental sea visto como un derecho y como la mejor prevención frente al deterioro en la última etapa vital.
Elena Bayo Tallón
Psicóloga, docente y consultora sociosanitaria
Artículo disponible en Sí salud Sí: https://sisaludsi.com/la-soledad-no-deseada-y-la-salud-mental-en-la-vejez/




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